Como tú, en esa tierra, eché mis raices,
nací y crecí, echaste ramas al viento
sin que nadie sepa tu nacimiento,
contemplaste tantas vidas felices
hasta que sin dolor ni miramiento
te cortaron todas fuerzas motrices,
sin tipos de escrúpulos ni matices
al haber sido juez de tanto viento.
Ya nunca más serás, ni tus hermanos,
ni las acacias; ni trino de pájaros,
ni nidos, ni poema de mis manos
¡Nunca!. Olmo derribado sin reparos,
cenizas y humo de actores villanos;
contigo murieron los días claros.
Alberto Villén
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